jueves, 2 de agosto de 2012

La vida al máximo

La vida hay que vivirla al máximo, hay que salir a hacer cosas, todo tipo de cosas: Hay que ir a lugares diferentes; navegar por el mar, subir las montañas, pasear por las playas, caminar sobre la nieve, visitar los volcanes, recorrer los desiertos. Hay que ir de volunariado a cuidar tortugas, ir a hacer locuras con los amigos, conocer lugares nuevos con la pareja, pasar buen rato con la familia. Hay también que seguir las pasiones; aprender a desarrollarse en nuevas artes, aprender otros bailes, diciplinarse en más deportes, comunicarse en más idiomas, entender más ciencias. Hay que leer más; aprender sobre historia, disfrutar buenas novelas y cuentos, apreciar la expresividad de la poesía, reirse con la caricatura, analizar la crítica y el ensayo, emocionarse por el drama. Hay que arriezgarse en lo delicado; conocer gente nueva, pasarse a vivir a otros lugares, cambiar de trabajo, enamorarse. Hay que tomar el tren, el bus, alguno que otro taxi, el ferry, la avioneta, alquilar una moto, viajar en bicicleta y caminar, caminar mucho. Hay que defender lo importante; luchar por lo propio hasta que esté seguro, por las metas hasta que se cumplan, por los sueños hasta que sean reales, por los derechos hasta que sean inegables, por los oprimidos hasta que sean libres, por los más débiles hasta que sean fuertes, por el amor hasta siempre. No todo va a salir bien; uno va a gritar del enojo, agustiarse por la culpa, aturdirse por el dolor, llorar de tristeza, llorar a chorros. Pero al final esa es la meta; vivir. Tener recuerdos e historias que contar, experiencias y relatos. La vida se compone de ellos y no de segundos ni minutos. Son las sonrisas, las carcajadas, las lagrimas, el sudor, los fuertes latidos los que nos dan el golpe que avisa que estamos viviendo. Es fácil, no tenga miedo y siga lo que el corazón dice.

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