jueves, 6 de octubre de 2016

Conformismo moderno; dónde quedaron la venas abiertas de América Latina?

Hay muchas conclusiones que uno puede sacar mientras lee Las Venas Abiertas de América Latina pero una que golpea página por página mi cabeza es el hecho de pensar que hoy, en esta generación, ya no se vive como antes el miedo de saber la verdad, el de difundirla y no ser perseguido, fusilado o desaparecido. Ya no hay libros prohibidos quemándose en plazas y ya no tenemos como antes amigos exiliados por proteger su vida. Ya la autonomía universitaria es un chiste comparado con quienes se refugiaban de los militares por su pensamiento. Además ya no se tiene que portar el libro, que además estaba codificado y camuflado en la cuna del niño para no ser descubierto. Ahora tenemos difusión por Internet; la biblioteca y medio de comunicación más amplio en nuestras manos en todo momento. Sin embargo las acciones se limitan -con algunas importantes excepciones- a inmaduros, irrespetuosos e infundamentados gritos por redes sociales. Aparece la preocupación por un tema importante un par de meses y cuando se anuncia otro escándalo se va con el viento como si nunca hubiera existido. Pronto a nadie le van a importar los salarios del ICE como ya a nadie le importa Isla Calero o la trocha. Mientras, los espacios de verdadero cambio están tomados por quienes siguen vendiéndonos la idea de que una Latinoamérica separada y dependiente de los mercados de los países ricos es la mayor bendición que este maltratado continente haya podido recibir. Hacen falta las acciones verdaderas, dígase investigaciones, mesas de propuestas, foros, conversatorios, etc. que nos saquen este espejismo en el que vivimos donde la situación general parece un mar enfurecido e incontrolable en el que cada uno tiene que buscar su propio salvavidas y buscar su miserable salvación. 


Mientras, el peligro es que en vez de movernos, hemos llegado a creer que el cambio no es posible y que tenemos que unirnos a este rompecabezas donde tenemos que calzar, que estamos destinados a ser los peones del ajedrez del mundo. Nos hemos conformado con la idea de que los cambios tienen que hacerlos otros y que todo es cada vez peor. Nos seguimos dejando separar tanto entre naciones como dentro de nuestro mismo país. Hemos dejado de creer que ayudar al hermano es ayudarnos a todos. Creemos que los problemas no se resuelven con solidaridad sino mano dura y que debemos entrenar más policías que maestros. Creemos que la inversión en infraestructura debería tener como prioridad prisiones sobre las escuelas. Hemos llegado a cegarnos a tal punto que no entendemos que algunas “molestias” son el costo de que todos tengamos suplidas las necesidades básicas. La ignorancia ha convencido a muchos de que el sistema que por tantos años ha sostenido a Costa Rica en niveles altos de vida y que da oportunidades de crecimiento es el que debemos desmantelar.