viernes, 23 de octubre de 2015

Hoy me di cuenta de que todavía la quiero

Cuando ha pasado mucho tiempo desde que se dejó de ver una persona amada, se torna confuso saber si todavía queda cariño. Más que por conveniencia, uno se obliga a creer que ya el corazón es insensible tanto a su presencia como a su recuerdo.
Hoy me di cuenta de las manera más profunda y extraña que todavía la quiero. No sé si de la misma manera, no sé si con la misma intensidad pero sentí la brasa encendida en lo más profundo, con el sentimiento más sincero de todos: la tristeza.
Uno no va a funerales directamente a despedirse del ausente. Por un lado se sufre su despedida y por otro su recuerdo es lamento para el corazón. Sin embargo los funerales, las velas y las misas se viven en grupo por un motivo; la tristeza que ahí se vive debe ser compartida por quienes sienten también el dolor y por quienes son fuertes para apoyar.
Nosotros nos quisimos en el alma y si no fuera por eso no nos hubiéramos apoyado en cuatro muertes enormemente devastadoras, dos suyas y dos mías. Fuimos uno en el dolor; la venda en la herida, la muleta en la fractura, la medicina en la enfermedad, la meditación en la ausencia. Ese amor es difícil de entender, no es tan difícil regalar una sonrisa pero un consuelo no es igual. Aprendemos mucho en la felicidad pero estamos acostumbrados a huir de la tristeza. Y es precisamente por eso que no cualquiera persigue a quien huye internamente del dolor para ayudarle a aliviar esas penas.
Hoy en mi negación no fui por ella, ella no fue mi motivo, fui por otros, mi cariño y consuelo iban por otros. Pero al final no hubo nadie como ella a quien se me hiciera más fácil dar amor para cubrir su llanto.

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